Si has llegado hasta aquí preguntándote si la obesidad es una enfermedad, seguramente lleves años escuchando afirmaciones como:
- “Es que la obesidad es hereditaria.”
- “Solo hace falta comer menos y moverse más para acabar con la obesidad.”
- “Se puede ser obeso y estar sano.”
- “Todo es cuestión de fuerza de voluntad.”
- “La obesidad es la epidemia global del siglo XXI.”
¿Hasta qué punto son ciertas las creencias que circulan en nuestra sociedad? ¿Es la obesidad una enfermedad?
En este artículo quiero compartir mi visión como psicóloga experta en psiconutrición con más de 10 años de experiencia en Psicoterapia de la Obesidad.
El peso de la obesidad
Quiero empezar con algunas cifras para ponernos en contexto:
- En España, se estima que aproximadamente 1 de cada 5 adultos tiene obesidad, y que crecerá a un ritmo del 0,50% anual.
- El 80% de los adolescentes obesos lo serán también de adultos.
- El 73% de los adultos obesos no se perciben como tal.
- La obesidad está asociada a más de 200 problemas de salud.
FUENTE: Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), OCDE y Ministerio de Sanidad.
Teniendo en cuenta datos como estos, ¿por qué hay especialistas que no consideran que la obesidad sea tan importante en nuestra sociedad y tratan de subestimarla?
Porque sí, la obesidad es una enfermedad, y además es una enfermedad crónica. Y como toda enfermedad, tiene causas, complicaciones y tratamiento.
Por eso cada vez que escucho que la pérdida de peso para una persona obesa depende solo de fuerza de voluntad me echo las manos a la cabeza.
¿Significa esto que al ser considerada la obesidad una enfermedad crónica, la persona que la padece ha de resignarse y quedarse en el papel de víctima? No. Y creo que esta idea la vas a entender mejor conociendo las fases emocionales de la obesidad.
Etapas emocionales de la obesidad
Al igual que ocurre con otras enfermedades consideradas crónicas, la clave para la mejoría está en la aceptación.
Si por ejemplo te diagnosticaran, pongamos, diabetes: ¿crees que tendría sentido ignorarlo y no poner cartas en el asunto, controlándote los niveles de azúcar y siguiendo a rajatabla el tratamiento que te recomendara el médico?
El problema es precisamente este: que el diagnóstico de la diabetes no es igual que el de la obesidad.
Para una persona obesa, muchas veces es complicado aceptar su problema. Y ojo, que aceptar no es (repito) resignarse y quedarse estancado en el papel de víctima y del “esta es la vida que me tocó”.
Aceptar significa entender que padecemos una enfermedad crónica, y que por lo tanto, no podemos bajar la guardia.
Es asimilar que si queremos estar mejor, no podemos limitarnos con la dieta detox de la piña, ni el régimen de la Kardashian que publicó la última revista, ni tampoco meternos en el berenjenal de una dieta insostenible a base de batidos e historias raras. Que esto es serio, que es para toda la vida, y que no pasa nada.
Pero para llegar a ese estado, hay que transitar distintas etapas.
J.P. Assal, un médico suizo y uno de los primeros diabetólogos, planteó el enfoque de ubicar la obesidad como un camino hacia la aceptación, que no es en ningún caso lineal ni se han de pasar por todas las etapas, pero por el que coinciden la mayoría de las personas que padecen la enfermedad.
Este camino se divide en distintas fases, que nos recuerdan a las fases del duelo:
- Negación
En esta etapa no tienes conciencia de la enfermedad. Es más, has llegado a un punto en el que te has adaptado tanto a tu gordura y la has normalizado que tus frases cuando sale el tema suelen ser: “en realidad no estoy tan gordo”, “yo estoy bien así”, “no como tanto”, “siempre he sido gordo y esto es así”, “si yo en cuanto me ponga en serio adelgazo unos kilos, pero es que ahora no es buen momento”.
En realidad, como tu cabeza no es capaz de reconocer las consecuencias de la obesidad, te estancas aquí y de ahí nadie te mueve.
- Rebeldía
De pronto un día, a raíz de alguna situación inesperada como un encuentro con alguien que no veías hace años, el ir a ponerte una prenda del verano pasado y que no te valga, o verte en una foto que te han hecho sin darte cuenta, te ves y no te reconoces.
Es probable que tu primer instinto sea enfadarte, o contigo, o con los demás (ya sea porque la familia no colabora, porque el médico te trató mal, porque el trabajo te tiene hasta arriba, porque es la genética que te tocó…)
Sea como sea, en esta etapa navegas entre la victimización, la culpa, y excusas variadas: “por qué a mí”, “los flacos comen de todo y no engordan…”, “ninguna dieta me da resultado”, “no puedo estar todos los días haciendo un menú para mí y otro para los niños”, “la dieta que me dio la nutricionista me hace pasar hambre y es que así es imposible…”, “no pienso aislarme ni abandonar a mis amigos por la dieta”… Seguro que te suenan.
En la fase de rebeldía, la irritación se hace presente en tu día a día, y también la impaciencia, la de ponerse a dieta un lunes y querer ver un cambio el jueves. Y eso, obviamente, genera mucha frustración, y la vuelta en bucle al proceso de victimización.
- Negociación interna
Tras un proceso que puede durar bastante tiempo, llega el momento en el que reconoces que necesitas tratamiento, y entras en la fase de negociación interna, con matices de manipulación. Me explico.
Quieres bajar de peso, pero haciendo las cosas a tu manera y no como te indica el profesional.
Te cuesta muchísimo aceptar las indicaciones, y la consecuencia es que los resultados no son los que esperaba, y vuelta otra vez a la frustración: “no pienso hacer seis comidas, con cuatro alcanzan” , “con esta dieta voy engordar, voy a seguir haciendo la que me dio el Dr. X” , “en lugar de un kiwi, me voy a comer una magdalena, total luego compenso con la cena…”, “¿1 hora caminando? Pfff no tengo tiempo para eso, prefiero quedarme aquí viendo la televisión y descansando un rato”, “me han dicho que coma más despacio, pero qué más dará, yo es que como rápido de siempre”.
- Reflexión
En esta etapa, entras en razón y por fin comprendes que hacerlo a tu manera no es la solución, y que si sigues las indicaciones, si acuerdas con el terapeuta pautas comunes, obtendrás mejores resultados.
Comienzas a reflexionar y a darte cuenta que las pautas que te dan los profesionales son más efectivas, empiezas a aflojar y a ceder, y los beneficios se hacen evidentes.
- Aceptación:
Después de un largo recorrido, dejas de pelearte con la enfermedad, y asumes que los cambios que has de realizar son permanentes.
Sin aceptación, no hay tratamiento, ni mantenimiento. Porque sí, puedes recuperarte de la obesidad, siempre que no bajes la guardia, y vivir con mejor calidad de vida.
Y como ves, para conseguirlo el régimen o el entrenamiento que hagas es algo secundario: lo principal es el trabajo interno y la gestión emocional.
Por eso es tan valioso el apoyo psicológico en tu proceso, tanto para transitar en este proceso de la forma más saludable posible, como para que los cambios sean duraderos y sostenibles. Pídenos información, podemos acompañarte.
Porque nadie nos ha enseñado a gestionar todo el remolino interno que cargamos, y en consulta podemos ayudarte para que tu cambio sea interior, para que así se refleje en tu exterior.
Cuéntanos, ¿en qué fase emocional crees que estás tú? ¿Has transitado ya por alguna?
Margarita dice
uffff, No sé ni por dónde empezar a hablar………
Pues sí he transitado por todas las fases, y son así como se explica aquí, un retrato fiel a lo que me ha sucedido a mí, no estoy obesa, pero con sobrepeso al límite de la obesidad y estoy en la fase de aceptación, por eso le he pedido ayuda a usted, para comenzar mi terapia, ya está bien de tirar tanto dinero en dietas, suplementos ECT.