Hay algo de lo que muy pocos hablan en la recuperación de un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA): el vacío que deja la comida.
Sí, los cambios son notables. “Te veo mejor”, te dicen. Y es verdad. Tienes más tranquilidad, comes con más calma, ya no pesas hasta el último gramo de comida. Ya no te escondes para comer, cada vez te obsesionas menos con el tema…
Pero algo sigue ahí. Algo que nadie ve. Un vacío extraño, silencioso. Es como una sensación de que, aunque todo parezca ir bien, algo falta.
¿Te resulta familiar?
Eso es porque, aunque suene raro decirlo, tu TCA también cumplía una función. Era como un refugio, una vía de escape, una anestesia emocional. Y cuando dejas de usar la comida como sostén, empiezan a aflorar sensaciones de las que antes escapabas.
Desaparece el síntoma, pero no siempre desaparece el dolor
Durante años, el TCA fue tu forma de regularte:
- Comías sin control para escapar y no sentir.
- Restringidas para tener una sensación de control.
- Vomitabas porque te ayudaba a aliviar la culpa.
Aunque eso te estaba destruyendo, a corto plazo también te calmaba. Era una forma (insostenible) de sobrevivir a lo que no sabías cómo manejar.
Y entonces, llega la recuperación. Y con ella, la pregunta que nadie se suele hacer, al menos en voz alta: ¿Qué hago ahora con todo esto que siento, si ya no uso la comida para anestesiarme?
El “síndrome del vacío” en la recuperación
Muchas personas en recuperación pasan por una fase que podríamos llamar el síndrome del vacío. No hay recaída como tal. Tampoco hay síntomas evidentes. Pero como hablábamos ahora, todo se siente… raro. Y es que:
- Comer “bien” ya no alivia.
- Cumplir los objetivos de recuperación no llena.
- Estás bien, pero no te sientes bien.
¿Por qué pasa esto? Básicamente, puede pasar porque el TCA no era solo una conducta, era una identidad. Una estructura mental y emocional. Una forma de relacionarte contigo, con el mundo, con las demás personas. Por eso cuando empiezas a recuperarte, tienes que pensar en reconstruir desde cero.
¿Cómo gestionar este vacío sin volver atrás?
Este vacío es delicado, básicamente porque puede confundirse con una recaída, o incluso con apatía o con “no estar mejorando”. Pero para nada tiene que ser eso. Es una fase de transición emocional, una especie de tierra de nadie entre lo que eras y lo que aún no sabes cómo ser.
Aquí algunos consejos que te ayudarán a ir gestionándolo:
1. Deja de pensar en “la recuperación” como una línea recta
A veces pensamos que la recuperación es sentirse super bien todo el tiempo, y nada de eso. En ocasiones es sentir cosas que antes no habías sentido, y eso no es retroceder, al contrario, es avanzar.
2. Reconoce lo que el TCA hacía por ti
Sé consciente: ¿Qué te aportaba? ¿De qué te anestesiaba? ¿Qué estabas tapando con él? Cuando consigues entender esta parte, puedes buscar alternativas mucho más sostenibles y, aunque ahora no lo creas, igual de satisfactorias.
3. Llena ese vacío con amor, no con exigencia
Amor hacia ti, hacia lo que estás logrando, amor hacia lo que te gusta, hacia las personas que te apoyan en este proceso. A veces pensamos que el vacío se llena haciéndolo todo perfecto, pero para nada es así. Se llena con presencia, autocompasión y amor.
4. Busca sentido más allá del cuerpo
Cuando el protagonismo ya no está en el peso, ni tampoco en la comida, ¿qué nos queda? A veces hay que descubrirlo desde cero. Date la oportunidad de saber qué te mueve realmente, qué te emociona… Será una de las claves más importantes para llenar tu vacío.
Recuerda que, como todo en la vida, hay vacíos que no se llenan de un día para otro, pero que con el tiempo, se pueden ir llenando.
La meta no es volver a ser quien eras antes del TCA. Es convertirte en otra versión de ti, una mucho más conectada y coherente contigo.
Cuando la comida ya no sea anestesia, estarás despertando. Ese vacío que pueda que sientas en este momento, es el primer paso para empezar a llenarte de verdad.