Te levantas por la mañana. Vas hacia el espejo del baño. Te lavas la cara, levantas la mirada, y no reconoces el reflejo de lo que ves.
Y no porque tu cuerpo haya cambiado de un día para otro, sino porque hace tiempo que te miras sin mirar. Y cuando lo haces, tu percepción se ha distorsionado tanto, que lo que ves no tiene nada que ver con lo que es en realidad.
Empiezas a encontrar defectos. Partes que deberían ser más pequeñas. Partes que no son suficientemente grandes. Pedazos de piel que tendrían que estar más lisas, más tersas. Detalles que, aunque a ojos ajenos puedan pasar inadvertidos, no lo hacen para ti.
Y entonces, el reflejo del espejo te duele. No por vanidad, ni siquiera por inseguridad. Es mucho más complejo que eso.
Hablemos de dismorfia corporal
La dismorfia corporal es una alteración en la forma en que percibimos nuestro cuerpo. Las personas que la experimentan ven defectos físicos que no existen o que son exageradamente amplificados en su mente.
Y te decía que es mucho más complejo que simple vanidad, porque no se resuelve con “te ves bien así” o “tienes que quererte más”. Es una vivencia emocional tan intensa y persistente, que termina desgastando.
Una sensación que puede llegar a protagonizar tu día a día, llegando a afectar a tus decisiones, a tus relaciones y a cualquier área de tu vida.
¿Por qué? Básicamente, porque sientes que hay algo mal en ti. Que hasta que no lo resuelvas, no podrás hacer X o Y cosa. Es evitar ir a determinados sitios, cambiarte de ropa mil veces porque nada te queda bien, compararte constantemente… En resumen, no estar en paz en tu piel en ningún momento.
Si esto resuena contigo, la pregunta que puedes hacerte es: ¿qué ha podido ocurrir para que mi mente haga esta distorsión?
Cada caso es un mundo, pero posiblemente detrás de ella haya alguno de estas causas:
- Presión estética constante (desde medios, redes, entorno familiar o social)
- Experiencias de rechazo o burlas relacionadas con el cuerpo.
- Perfeccionismo extremo.
- Ansiedad, depresión o trauma emocional no resuelto.
- Trastornos de la conducta alimentaria o su historial.
De hecho, en personas con TCA la dismorfia corporal puede llegar a ser el centro del conflicto interno. Es decir, aunque el cuerpo cambia, la percepción suele permanecer distorsionada, por lo que se perpetúa esa sensación de nunca ser “suficiente”.
¿Cómo empezar a salir de ahí?
No hay soluciones rápidas. Pero sí hay caminos posibles. Y el primero es entender que lo que sientes es real, aunque la imagen no lo sea. Algunos puntos importantes a considerar en el proceso:
No te fíes únicamente del espejo
Cuando hay dismorfia, el espejo no es un reflejo objetivo: es una lente influida por tu estado emocional. Si hoy te sientes mal, probablemente tu imagen también te parezca “peor”, aunque físicamente no haya cambiado nada.
Cuida el contenido que consumes
Las redes están llenas de cuerpos irreales, comparaciones constantes, filtros que cambian rostros y figuras. Si estás en un momento vulnerable, esa exposición puede reforzar la dismorfia. Protégete. Elige conscientemente qué quieres ver.
Observa cómo hablas de ti
La forma en que te hablas también influye en cómo te ves. Frases como “qué asco me doy”, “estoy horrible”, “nadie me va a querer así” se convierten en verdades que refuerzan el rechazo. No se trata de forzar frases positivas, sino de empezar a hablarte con un poquito más de amabilidad.
No intentes “arreglar” lo que no está roto
Cambiar el cuerpo no siempre cambia la percepción. Muchas personas hacen dietas, se operan, se ejercitan al extremo… y aún así siguen viéndose mal. Porque el problema no está en el cuerpo, sino en la relación con él.
Busca ayuda profesional
La dismorfia corporal requiere acompañamiento. Un psicólogo especializado puede ayudarte a desmontar creencias distorsionadas, trabajar el vínculo con tu cuerpo y entender de dónde viene esa autoexigencia tan profunda.
Para terminar, quería compartir contigo que la dismorfia corporal no es un capricho ni una superficialidad, como muchas personas pueden pensar. Es un dolor real que se instala en el día a día, en el cuerpo, en la mirada y en el silencio.
Y aunque ahora mismo te parezca que nunca vas a poder mirarte con paz, sí es posible empezar a construir una mirada más amable que poco a poco deje disfrutar de tu día a día.
No se trata de adorarte frente al espejo ni nada por el estilo. Se trata de aprender a dejar de pelear con tu reflejo.
Y eso, paso a paso, cambia muchas cosas. Recuerda: tu cuerpo no necesita ser perfecto para que empieces a tratarlo con respeto.
Deja una respuesta