Comer es más que una necesidad física. Conlleva emoción, cultura, patrones sociales… Y por supuesto, en muchas ocasiones, es una vía de escape.
Esta vía de escape no siempre es, sencillamente, “comer de más”, sino que es una respuesta a estados internos que no somos capaces de gestionar.
De ahí que cuando la comida empieza a ocupar un papel que va más allá de la nutrición, cuando es un consuelo, un castigo o una distracción, merece la pena hacer una pausa y preguntarse: ¿qué función está cumpliendo la comida en mi vida? ¿Qué estoy tratando de ocultar, tapar o callar con ella?
Hoy hablamos de los tipos de atracones más comunes y la función que cumplen. Si los reconoces, podrás dar un primer paso para entender tu relación con la comida desde otro lugar.
Tipos de atracones por función
Atracón por restricción física o mental
Si no puedes permitirte tomar “una galleta” porque sientes que has fallado al comerla, es fácil pasar al pensamiento “¿qué más da comer una galleta que una caja?, ya he fallado”.
Ese todo o nada es precisamente el que nos lleva al atracón. Y viene de esa mentalidad de extremos, de restringirlo todo y después tener esa necesidad intensa y descontrolada por querer comerlo.
A veces, no es hambre física la que desencadena el atracón, sino el agotamiento de tanto tiempo sin ceder que desencadena en una respuesta hacia el hambre reprimida.
Atracón emocional
Los atracones emocionales aparecen cuando comemos no por hambre, sino para gestionar emociones difíciles: tristeza, ansiedad, enfado, vacío, soledad, frustración…
Durante el atracón, puede haber una desconexión de lo que sentimos. La comida actúa como una especie de anestesia o distracción: mientras comemos, no pensamos, no sentimos, no enfrentamos.
En este caso, la comida cumple una función reguladora: calmar, tapar o evitar emociones que resultan incómodas o dolorosas.
Atracón por hábito
¿Te suenan frases como: “es como si algo se activara en mí en piloto automático”, “Cada vez que llego a casa después del trabajo, acabo comiendo compulsivamente”?
En algunos casos, los atracones se producen por costumbre. Puede que se repitan siempre a la misma hora, en un lugar específico o tras una actividad concreta (por ejemplo, al llegar a casa, después del trabajo, viendo series por la noche…).
Con el tiempo, se genera una asociación automática entre ese momento y la necesidad de comer en exceso, aunque no haya hambre ni una emoción clara.
Atracón por recompensa
También es común el atracón que aparece como forma de compensación tras un día difícil, como un gesto de “merecimiento” o alivio.
En este tipo de atracón, la comida se convierte en una forma de cuidado mal entendido, donde el placer inmediato reemplaza otras necesidades más profundas: descanso, reconocimiento, afecto, espacio personal.
Atracón por castigo
En ocasiones, los atracones vienen acompañados de emociones intensas como culpa, vergüenza o autocrítica. Comemos en exceso como una forma de castigo o autocastigo.
Son comunes frases del tipo: “no he hecho nada bien, ¿ya que más da?”
Aquí, la comida no tiene función de alivio, sino que refuerza un ciclo de dolor: se come para dañarse, y después aparece más culpa, más rechazo, y más deseo de castigarse.
Es uno de los tipos más difíciles de romper, y también uno de los más importantes de abordar en profundidad.
¿Qué puedes hacer ahora con esta información?
Lo primero de todo, no te encasilles en lo que te acabo de compartir. Es simplemente un marco que te ayudará a entender ciertos patrones, pero ten en cuenta que la mayoría de las funciones se suelen mezclar entre sí: un día puede ser hambre emocional, otro día costumbre, otro restricción…
Por eso la clave es observar sin juzgarte. La comida no es el problema, lo es la forma en la que intentas responder a algo que no sabes cómo gestionar de otra manera.
Sea como sea, ni eso define tu valor como persona, ni hay algo malo en ti. Simplemente, hay señales que te indican que hay algo que necesita atención y acompañamiento.
Buscar respuestas es cuidarte. Es dejar de pelear contigo y empezar a escuchar lo que realmente necesitas. No hay nada como empezar a sanar desde el conocimiento y la compasión.
Recuerda que estoy aquí para acompañarte si decides empezar este camino.
Deja una respuesta