Cuando me preguntan sobre qué es el hambre emocional, siempre digo: imagina que has tenido un día de esos en los que todo parece salir mal.
El tráfico, el trabajo, una discusión, cansancio acumulado, problemas y más problemas… llegas a casa, y lo único que quieres es abrir la nevera y buscar algo que te haga sentir mejor. A modo de consuelo. Es más, puede que en algunas ocasiones ni esperes a llegar a casa.
Es una forma de escapar, por decirlo de alguna manera, de tu realidad por un momento. Como si la comida lograra dejar a un lado por unos minutos todos los problemas y las emociones con las que no sabes qué hacer.
Si todo esto te resulta bastante familiar, el hambre emocional forma parte de tu vida.
A día de hoy, muchísimas personas utilizan la comida como una vía de escape para manejar sus emociones.
Por eso hoy me gustaría hablar sobre este tema para que aprendas a saber cómo puedes diferenciar si realmente tienes hambre física o si simplemente estás buscando consuelo en la comida.
Todo con un objetivo: que puedas entender mejor tus hábitos alimenticios y, sobre todo, que sepas cómo hacer un cambio en tu vida.
¿Qué es el hambre emocional?
Cuando la ansiedad aprieta, o nos invade la tristeza, o tenemos un enfado monumental, la comida llega al rescate. Chocolate, fritos, comida rápida, galletas…
Sentimos un impulso que nos lleva a comer no porque el cuerpo lo necesite, sino porque tratamos como sea de calmar o aliviar esa emoción, que también por cierto puede ser soledad, aburrimiento o incluso alegría.
Eso es hambre emocional. Casi literalmente, comerte tus emociones.
A diferencia del hambre física, que aparece de manera gradual y se satisface con cualquier tipo de alimento (como una manzana), el hambre emocional suele surgir de repente y te lleva a desear alimentos específicos, como chocolate, pizza o cualquier cosa que te haga sentir bien de inmediato.
Como te decía al comienzo del artículo, un ejemplo claro es cuando, después de un mal día, te encuentras comiendo un paquete entero de galletas sin darte cuenta, o llamando para pedir comida a domicilio. No es que tengas hambre real, sino que estás buscando una forma de sentirte mejor a través de la comida.
El problema es que ese “sentirse mejor” dura muy poco. Demasiado poco.
Por eso, es super importante que entiendas que la comida no resolverá los problemas emocionales ni a medio ni a largo plazo. Y si me apuras, tampoco a corto plazo.
Aunque la combinación de comida y emociones no es necesariamente un problema en todos los casos (todos, en algún momento, hemos recurrido a la comida como una forma de confort por ejemplo después de un día agotador o en un contexto de celebración), se convierte en problema cuando es la única o principal forma de lidiar con las emociones.
De ahí que si constantemente recurres a la comida para enfrentar el estrés, la tristeza, la soledad o cualquier otra emoción negativa, y esto lleva a patrones alimentarios insanos (como comer en exceso, elegir alimentos poco saludables o sentir culpa después de comer), entonces es algo que debe ser atendido.
En estos casos, el hambre emocional puede ser una señal de que las emociones subyacentes no están siendo gestionadas de manera efectiva, y ahí es donde pueden surgir problemas más profundos.
¿Cómo diferenciar el hambre emocional del hambre física?
Además de las pistas que te he dado en el anterior punto, diferenciar el hambre emocional del hambre física puede ser complicado. Aquí tienes algunas señales que te pueden ayudar:
- Aparece de repente: el hambre física generalmente se desarrolla de manera gradual. Por otro lado, el hambre emocional puede aparecer de un momento a otro, como si fuera una urgencia.
- Deseo de alimentos específicos: cuando tienes hambre física, cualquier comida puede satisfacerte. Sin embargo, el hambre emocional te lleva a desear alimentos específicos, generalmente aquellos que son altos en azúcares o grasas.
- Comer en respuesta a emociones: si te das cuenta de que recurres a la comida cuando estás estresado, ansioso o aburrido, es probable que estés experimentando hambre emocional.
- No te sientes satisfecho: después de comer emocionalmente, es común que no te sientas satisfecho. De hecho, puedes sentirte culpable o avergonzado por haber comido tanto.
- La sensación de culpa o vergüenza: el hambre física no genera emociones negativas después de comer. En cambio, el hambre emocional suele dejarte con una sensación de culpa o arrepentimiento.
¿Y qué puedes hacer para dejar de comer emocionalmente?
Superar el hambre emocional no es algo que se logre de la noche a la mañana, pero con pequeños pasos puedes comenzar a retomar el control de tu relación con la comida. Aquí te dejo algunas ideas:
- Identifica tus desencadenantes emocionales: tener un diario donde anotes cómo te sientes antes de comer puede marcar la diferencia y serte muy útil. Esto te ayudará a identificar qué emociones te llevan a comer sin tener hambre. Al ser consciente de tus desencadenantes, puedes trabajar en ellos de manera más efectiva.
- Encuentra otras formas de lidiar con tus emociones: en lugar de recurrir a la comida, busca otras actividades que te ayuden a manejar tus emociones. Puede ser salir a caminar, llamar a un amigo, practicar meditación o incluso darte un baño relajante.
- Practica la alimentación consciente: tómate el tiempo para disfrutar de tus comidas, prestando atención a los sabores, texturas y olores. Comer despacio te ayudará a reconocer cuando realmente estás satisfecho y evitarás comer en exceso.
- Establece una rutina de comidas: tener horarios regulares para comer puede ayudarte a evitar el picoteo innecesario. Cuando tu cuerpo se acostumbra a una rutina, es menos probable que sientas hambre emocional.
- Sé amable contigo mismo: recuerda que es normal tener días difíciles y caer en la trampa de comer emocionalmente. Lo importante es no castigarte por ello. Aprende de la experiencia y sigue adelante.
Y por último, recuerda que no se trata de eliminar completamente esos momentos en los que te apetece comer algo súper apetecible, sino de ser consciente de cuándo y por qué lo estás haciendo. Si sientes que este tema te afecta de manera recurrente y no sabes cómo manejarlo, no dudes en buscar apoyo.
Como directora de Psicología y Alimentación, un gabinete de psicología especializado en psiconutrición, estoy aquí para ayudarte a encontrar el equilibrio y cuidar de ti, de adentro hacia afuera. Puedes contactar con nosotros para que te informemos sobre cómo ayudarte en tu caso.
No lo olvides: mereces sentirte bien y estar en paz en tu vida, incluyendo la comida.
Deja una respuesta