Hay experiencias que marcan nuestra vida de maneras profundas, incluso cuando no somos plenamente conscientes de ello. El trauma, con su impacto emocional y psicológico, puede dejar huellas que se manifiestan en áreas inesperadas, como nuestra relación con la comida y el cuerpo.
Para muchas personas, las experiencias traumáticas del pasado se convierten en un detonante que influye en cómo se relacionan con la alimentación, a menudo de formas que refuerzan el desarrollo o mantenimiento de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).
Hablar de esta conexión es crucial porque, al entenderla, podemos dar los primeros pasos hacia la sanación y la recuperación.
El trauma y su relación con los TCA
El trauma no siempre es visible. Puede tratarse de eventos aislados, como una experiencia en la infancia, o de una acumulación de vivencias que erosionan la sensación de seguridad y valor personal.
En el contexto de los TCA, el trauma actúa como una raíz invisible que da forma a pensamientos, emociones y comportamientos relacionados con la alimentación y el cuerpo, y se traduce en:
1. La comida como refugio o control
Para muchas personas que han vivido situaciones traumáticas, la comida se convierte en una forma de enfrentar lo incontrolable. Puede ser un refugio que brinda una sensación temporal de consuelo o un medio para recuperar el control sobre algo cuando todo lo demás parece caótico.
Sin embargo, este patrón puede transformarse en una relación dañina con la alimentación, donde las conductas restrictivas, los atracones o las purgas se convierten en mecanismos de supervivencia emocional.
2. Desconexión del cuerpo
El trauma también puede llevar a una desconexión profunda con el cuerpo.
Las personas que han experimentado situaciones traumáticas a menudo sienten que su cuerpo no es un lugar seguro o que está “separado” de ellas. Esta desconexión puede facilitar comportamientos extremos como la restricción alimentaria o el ejercicio compulsivo, porque el cuerpo se ve más como un objeto a controlar que como una parte integral de su ser.
3. La vergüenza como raíz del TCA
El trauma está estrechamente vinculado con la vergüenza, una emoción que puede sembrar la creencia de que no somos suficientes, de que no merecemos cuidado o aceptación. En el contexto de los TCA, esta vergüenza se traduce en una lucha constante con el cuerpo y la comida, reforzando el ciclo de autocrítica y comportamientos destructivos.
Puede que al echar la vista atrás, descubras cómo eventos de tu pasado están directamente relacionados con tu relación actual con la comida. Por ejemplo comentarios críticos sobre tu cuerpo en la infancia o experiencias de abuso emocional o físico.
En estas ocasiones, el trauma emerge como un hilo conductor que conecta el malestar interno con los TCA. Reconocer este vínculo no es fácil, pero es un paso transformador hacia la recuperación.
Qué puedes hacer
Entender la conexión entre el trauma y los TCA es un proceso profundo y personal, pero hay pasos que puedes comenzar a tomar para trabajar en ello:
- Reconoce tus emociones: muchas veces, las personas con TCA sienten una desconexión con sus emociones. Dedica tiempo a identificar cómo te sientes y qué situaciones pueden estar activando ciertos patrones de comportamiento relacionados con la comida.
- Explora la raíz del malestar: reflexiona sobre si eventos o experiencias pasadas pueden estar influyendo en tu relación con la comida. Esto no significa que debas enfrentarlo todo de golpe, pero empezar a cuestionarte puede abrir puertas hacia una mayor comprensión.
- Practica la autocompasión: el trauma a menudo nos deja con una voz interna muy crítica. Intenta reemplazar esa autocrítica con mensajes de compasión hacia ti mismo/a. Reconoce que estás haciendo lo mejor que puedes con lo que has vivido.
- Crea nuevas formas de afrontamiento: si sientes que la comida se ha convertido en tu manera de lidiar con emociones difíciles, busca alternativas más saludables, como escribir, meditar, practicar yoga o hablar con alguien de confianza.
- Permítete pedir ayuda: trabajar con el trauma puede ser complejo, y no tienes que hacerlo solo/a. Un especialista puede acompañarte a desentrañar estos vínculos y construir una relación más sana contigo mismo/a y con la comida.
Ten en cuenta que el impacto del trauma en la relación con la comida es como una corriente subterránea que, aunque no siempre sea visible, influye en la superficie de nuestras vidas.
Reconocerlo no es un signo de debilidad, sino de valentía. Cada paso que das para entenderte mejor, para mirar hacia tu pasado con compasión y para construir un presente más libre, es un acto de fortaleza y cuidado hacia ti.
El camino puede ser desafiante, pero también está lleno de posibilidades de sanación.
Permítete avanzar a tu propio ritmo, recordando que mereces una relación con la comida y con tu cuerpo que esté basada en el respeto, el amor y la paz. El primer paso, por pequeño que sea, es una señal de que estás avanzando en la dirección correcta.
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