Hablemos de ejercicio compulsivo. Porque moverse, entrenar, sentir el cuerpo activo… Para muchas personas, el ejercicio es una forma de bienestar, un momento de desconexión y un espacio para cuidar de la salud.
Sin embargo, en determinadas ocasiones el deporte puede dejar de ser una elección consciente y convertirse en una obligación ineludible, pasando a ser un mecanismo de control que deja poco espacio para el disfrute o el descanso.
Cuando el ejercicio se vuelve compulsivo, especialmente en el contexto de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), deja de ser una actividad saludable para convertirse en una obsesión que alimenta el malestar y la autoexigencia.
En consulta he visto en varias ocasiones cómo esta relación distorsionada con el ejercicio puede agravar los TCA y desgastar tanto el cuerpo como la mente.
Si te reflejas en esta situación o sospechas que podrías estar empezando a hacerlo, hoy quiero hablarte de esta conexión y ayudarte a entender cómo el deporte, cuando se practica desde la compulsión y el miedo, puede ser una señal de alerta en la relación con la comida y el cuerpo.
Ejercicio Compulsivo y TCA, ¿qué los conecta?
El ejercicio compulsivo se caracteriza por una necesidad incontrolable de realizar actividad física, muchas veces con el propósito de compensar la ingesta de alimentos, controlar el peso o mitigar la culpa asociada a la alimentación.
Aunque a simple vista puede parecer un hábito saludable, lo que subyace es una relación disfuncional con el cuerpo y el bienestar.
1. La idea de “ganarse” la comida o “compensar”
Para muchas personas con TCA, el ejercicio deja de ser una forma de cuidar el cuerpo y se convierte en una herramienta para justificar lo que comen. Esto refuerza un patrón mental dañino: la creencia de que el valor personal o el derecho a disfrutar de los alimentos depende de cuánto ejercicio se realice. Este ciclo perpetúa la culpa y la obsesión, llevando a la persona a sobreexigirse físicamente y a desconectarse de sus verdaderas necesidades.
2. Uso del ejercicio como control emocional
El deporte también puede convertirse en una válvula de escape emocional. Muchas personas con TCA recurren al ejercicio para manejar la ansiedad, la culpa o el estrés, y aunque esto puede aliviar temporalmente las emociones, no resuelve el malestar subyacente. A largo plazo, el ejercicio compulsivo no solo agota el cuerpo, sino que también perpetúa la desconexión emocional y la falta de afrontamiento saludable.
3. El impacto en el cuerpo y la salud
El ejercicio excesivo, combinado con restricciones alimentarias o episodios de atracones, puede causar un daño significativo en el cuerpo: agotamiento físico, lesiones recurrentes, pérdida de menstruación en mujeres, debilitamiento del sistema inmunológico, entre otros. Irónicamente, lo que empezó como una búsqueda de “salud” termina siendo perjudicial tanto para el bienestar físico como mental.
Como te decía al comienzo, he trabajado con personas que me han confesado que sienten un miedo paralizante a detenerse, a descansar. Muchos describen una voz interna que los empuja a seguir, que los acusa de ser “perezosos” si no entrenan lo suficiente o que refuerza la idea de que su cuerpo necesita “controlarse” a toda costa. Esta lucha interna entre la compulsión y el agotamiento es agotadora, tanto para el cuerpo como para la mente, y es una señal clara de que algo necesita cambiar.
Qué puedes hacer si te reflejas en esta situación
Si sientes que tu relación con el ejercicio se ha vuelto una obligación en lugar de una elección, aquí tienes algunas estrategias para comenzar a reenfocar esta conexión de manera más saludable:
- Reflexiona sobre tus motivaciones: pregúntate por qué haces ejercicio. ¿Es para cuidar de tu salud y bienestar, o para compensar lo que comes o intentar cambiar tu cuerpo? Reconocer estas motivaciones es el primer paso para transformar tu relación con el deporte.
- Permítete descansar: el descanso no solo es necesario, sino que es una parte fundamental del cuidado del cuerpo. Aprende a escuchar a tu cuerpo y respetar sus señales de fatiga. Descansar no es un fracaso, es autocuidado.
- Explora otras formas de gestionar tus emociones: si usas el ejercicio para manejar la ansiedad o el estrés, puedes probar otras herramientas, como la meditación, el journaling o actividades creativas.
- Diversifica tus actividades: cambia la mentalidad de “entrenamiento” por actividades que disfrutes, como caminar al aire libre, bailar o hacer yoga. Esto puede ayudarte a reencontrarte con el movimiento desde un lugar de placer y no de obligación.
- Habla contigo con compasión: cuando sientas la necesidad de castigarte por no haber hecho suficiente ejercicio, intenta contrarrestar ese pensamiento con palabras amables. Recuérdate que tu valor no depende de cuánto te muevas o de cómo se vea tu cuerpo.
Y es que la línea entre el ejercicio saludable y el ejercicio compulsivo puede parecer fina, pero el impacto en tu bienestar es enorme.
Recuperar una relación más equilibrada con el movimiento no significa abandonar el deporte, sino transformarlo en algo que nutra tu cuerpo y tu mente, en lugar de agotarlos.
Este proceso lleva tiempo, pero cada paso hacia la amabilidad contigo es una señal de fortaleza.
El movimiento no tiene que ser una herramienta de control ni una forma de compensación. Puede ser un regalo que le das a tu cuerpo para disfrutar, explorar y conectar. No estás solo o sola en este camino, y siempre puedes elegir cuidarte de una manera diferente, más amable y más libre.
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